La Ley de Murphy es un conjunto de principios empíricos que se rigen por la máxima de que “Si algo malo puede ocurrir, ocurrirá”. Este planteamiento pesimista puede aplicarse a todo tipo de situaciones, como una suerte de Ley empírica sobre la resignación ante el devenir de los acontecimientos futuros.
El origen de esta ley se atribuye a Edward Murphy Jr., un ingeniero estadounidense que trabajaba para la Fuerza Aérea de su país en 1949. La ley no es una ley científica ni un teorema comprobable, pero está inspirada en el concepto científico de la entropía, que es el grado de desorden al que tienden inevitablemente todos los sistemas con el tiempo.
La Ley de Murphy revela un rasgo de la cultura que es el énfasis selectivo en lo negativo, o sea, la tendencia a prestar mucha más atención a las cosas que salieron mal que a las que salieron bien. En algunos casos sólo se recuerda lo negativo, llegando a la sensación de que todo siempre sale mal.
La perspectiva de la Ley de Murphy puede ser útil para forzar a las sociedades y los individuos a prever futuros desastres y así tomar precauciones a tiempo. La ley se hizo popular cuando fue anunciada públicamente por primera vez por John Paul Stapp, un capitán de la Fuerza Aérea Estadounidense, quien explicó que, a pesar del fracaso de los experimentos, nadie había resultado herido de gravedad porque se habían guiado por la Ley de Murphy.